13 abr 2010

RELATO MIPEJOTA 1

Me llamo Luca Everard y tengo 20 años.

He decidido escribir la historia de mi vida en esta carta, no con el ánimo de que alguien la lea, más bien con el propósito de darme un sentido a mí mismo, analizar los hechos acontecidos a lo largo de mis veinte años de existencia, y conocerme un poco mejor a mí mismo.

Si alguien lee esto alguna vez, es porque yo lo considero alguien importante. A ti: Gracias por haber comprendido mi existencia y haberme aceptado tal y como soy. Cuando leas esta carta, entenderás lo difícil que es para alguien como yo sobrevivir en este mundo.

Mi madre se llamaba Miriam Everard, era natal de Karh, la capital del país de Arlan, conocido por ser el principal bastidor en el comercio marítimo en el Viejo Continente. Mi madre era una persona muy inteligente, lo que con esfuerzo le llevó con el tiempo a convertirse en una agente de “El Consejo”, el grupo de personas que reinan todo el país con sus decisiones unánimes. Su trabajo consistía en estudias las mejores rutas de navegación, establecer presupuesto para barcos y otros materiales pesqueros, valorar el intercambio de objetos de valor con otros productos extranjeros del Nuevo Continente, decidir cuantos marineros harían falta en cada barco, y todo ese tipo de transacciones que hacen que la economía de Arlan se mueva y suba como la espuma. Tan solo había unas 100 personas encargadas de velar por esta tarea en Arlan, siendo sus superiores directos los miembros de “El Consejo”. Sin duda era una mujer afortunada. Es por su trabajo y su condición que vivía en una casa costera cerca del puerto de Karh, desde donde el acceso a su trabajo, comúnmente en las oficinas del puerto, era más fácil. Como persona, era una bellísima persona, siempre recordaré su simpatía, su ternura, no solo conmigo, también con los demás. Era una persona calmada, tan segura de sí misma, que transmitía esa calma incluso al más cabezota. Era muy guapa, recuerdo sus ojos color del mar y su pelo rubio ondulando a través de la espalda. Para mí mi madre era como mi ángel de la guarda.

Mi madre tenía muy buena relación con el capitán de una flota de asalto militar de Karh, llamado Marcus Heifner, un hombre rudo, grande, adicto a los puros y que no tenía escrúpulos a la hora de cumplir con eficiencia su trabajo (fue eso lo que le propulsó a ser capitán, realmente), pero también una persona muy humana, fuera de su trabajo, un hombre fiel a sus queridos, y que recuerdo como alguien en quien confiar sin dudarlo una vez lo conoces más a fondo. Mi madre me contó que ella y Marcus estuvieron juntos un par de años, y tenían incluso planes de boda. Mi madre solo me dijo que ocurrió algo y simplemente lo dejaron. Quedaron como buenos amigos, muy buenos amigos, de hecho, Marcus siempre ha sido una especie de tío para mí.

Por otro lado está mi padre. Mi padre… Es difícil hablarle a una persona mundana de él. El mayor tanto por ciento de ellos no me creerían, otros me tacharían de loco, pero mi padre es la razón por la que yo soy tan solo parcialmente humano. Mi padre se llamaba Koreph, y era un Lethan.

Los Lethan son seres humanoides, pero cubiertos por una piel mucosa, con escamas de pez, aletas en sus antebrazos… En definitiva, son seres que tienen mucho en común con la fauna marina, pero son tremendamente inteligentes. Viven en una ciudad submarina al sur de Remo, llamada Lethalos, y de ahí es de donde proviene precisamente mi padre…

Mis padres se conocieron de una forma curiosa, casi por casualidad. Mi madre era asidua a pasear por la playa al volver del trabajo, justo a tiempo para ver el atardecer. Aquello decía que la relajaba, le serenaba y actuaba como un tranquilo pasatiempo. Fue en uno de esos recorridos casi diarios donde conoció a Koreph, mi padre, pues se encontró al Lethan buscándola, saliendo del mar, y al encontrarse, le reclamó agresivamente, serio, algo. Al parecer a mi madre le había asignado un encargo comercial de ciertas transacciones pesqueras en los mares de Remo. Los marineros estaban capturando especies raras de peces y corales que se vendían a un alto precio en el mercado. Mi madre ordenó explotar un poco más la captura, para que el país incrementara sus beneficios. Fue cuando mi padre le explicó que aquella fauna era propia de Lethalos y que estaban provocando el enfado de su raza, que siempre había vivido en paz, y no esperaba tener problemas con los humanos. Si hiciera falta, la mataría allí mismo y asaltarían Arlan tras muchísimos años de tregua. Para sorpresa del que se convirtió en mi padre, fue mi madre quien se mostró totalmente arrepentida, alegando que enseguida retiraría los barcos, a sabiendas de que le costaría una gran parte de su sueldo y el malestar de sus superiores, al haber sido una gran fuente de dinero para el país. No le importó arriesgar lo material para proteger lo natural. Así siempre ha sido mi madre.

Así fue como mi padre, y como sus conocidos Lethan fueron aprendiendo que no todos los humanos eran tan orgullosos y rencorosos, y poco a poco, tanto Miriam como Koreph fueron gustando de pasar más tiempo juntos y aprender el uno del otro.

Con el tiempo, se enamoraron. Un amor prohibido, innatural para el imperio, que acabaría con ambos en el momento en el que supieran de la existencia de esta unión. Por suerte para mis padres, los contactos y el alto cargo de mi madre les ayudó mucho. Marcus apoyó a mi madre y encubrió su localización y sus acciones, cediéndoles un barco atracado en el puerto y bajo la supervisión de él mismo para que vivieran allí. Nadie ajeno podía descubrirlos… Pero una parte de mi familia no se contentó con quedarse parada…

Fue mi tío Graham, hermano mayor de mi madre, quien echó todo a perder. Graham Everard era todo lo contrario a mi madre: Un fanático de los pies a la cabeza. Cuando fue joven, no aceptó vivir en una ciudad en la que el comercio y el progreso industrial estaban a la orden del día, y juró fe a aquel mundo espiritual que todos conocemos como la Iglesia. Mi tío fue a vivir durante unos 30 años a El Dominio, sede del Vaticano, alegando que éramos unos ignorantes materialistas, que la moneda iba a acabar con nosotros, y que construir barcos no era lo que el mundo estaba esperando. Mi madre se olvidó de él, al no compartir su causa, y cuando volvió, fue para romper con su supuesta “justicia” y “fe” el idílico mundo de mis padres.

Graham investigó a mi madre, pero no encontró nada, no pudo encontrarlo. Entre mis padres y Marcus, por muy alto cargo dentro del Vaticano que se hubiera convertido, no podía burlar a las fuerzas mayores del comercio de Arlan. Nunca conoció a mi padre por esa época, pero sospechaba algo. Más aún cuando vio a mi madre embarazada de 4 meses. Mi madre y Marcus intentaron encubrir mi concepción alegando que era fruto de su amor, pero para mi astuto tío de sangre aquello solo olía a mentira, ya que con la convivencia conjunta, era imposible que Marcus y mi madre estuvieran juntos y menos con ánimos de criar en conjunto a un bebé: Marcus tenía mucho trabajo con los barcos de la marina mercante y mi madre descansaba lo que podía mientras ultimaba las transacciones mercantiles más importantes de su bloque de trabajo para “El Consejo”. Fue entonces, cuando quedaba un mes para que yo naciera, cuando Graham descubrió a mi padre al tender una emboscada a ambos en su propio barco-vivienda, cuando mi padre traía víveres desde Remo para mi madre, quien invertía todo el dinero posible en mi futura educación. Hubo una acalorada discusión entre el lethan y mi tío, que veía como obra del mismísimo demonio aquella relación que tan felices hacía a ambos. No obstante, Graham no podía él solo con mi padre, las fuerzas políticas que influenciaba mi madre y la inestimable ayuda de mi “tío” Marcus, que movería hilos para que ciertos soldados de Karh se aliasen contra el, por aquel entonces, déspota inquisidor.

Mi tío Graham se marchó a El Dominio tachando a mi madre de proscrita y declarando una guerra personal a mi padre y su raza.

Por suerte para mis padres, nací con unas semanas prematuras, y aquello fue como un soplo de aire fresco para su ajetreada vida. Mi madre, con todo el dinero que había reunido, dejó “El Consejo”, borró su identidad como habitante de Arlan y lo dejó todo. Fue Marcus quien hundió el barco donde vivían e hizo arder la casa que antaño perteneció a mi madre, utilizando su estatus social para hacer que los civiles creyesen que había sido un acto de mero vandalismo. Mi madre y mi padre se fueron del país con el bebé sin dejar rastro alguno que pudiera seguir mi tío Graham.

Mis padres se trasladaron al sur de Remo, muy cerca de la costa, que casualmente era el punto más cercano hacia Lethalos, por lo que mi padre podía viajar con más facilidad hacia la pequeña cabaña pesquera en la que vivíamos. Allí, más tranquilos, empezaron a organizar su nueva vida junto conmigo. A mi me pusieron Luca , en honor a mi abuelo por parte de padre. Cuando tenía 4 años, mi padre me contó que mi abuelo era un hombre admirado por los Lethan, capitán de la brigada de defensa de la reina y sabedor de gran parte de la historia de Gaïa. A mi padre se le iluminaban los ojos cada vez que hablaba de él, se notaba que lo admiraba mucho. Lo único que sé de él es que se marchó cuando mi padre era pequeño, alegando que “Tenía que hacer algo en pos de la seguridad del mundo”. Siempre me he preguntado cual era esa motivación que hizo que mi abuelo jamás volviera a ver a los suyos.

Los planes de educación en Arlan se fueron al traste, pero no pasaba nada, mis padres utilizaron otras opciones para criarme tal como soy ahora. Mi padre se encargaba de enseñarme a sobrevivir en el mundo, pescar, ejercicio físico, conocimientos sobre naturaleza, aprender a explotar todo el potencial de mis habilidades especiales… Y por otro lado, mi madre se encargaba de explicarme los conceptos de sociedad, economía, historia, aprender a leer, escribir, etc. El dinero ahorrado fue invertido en víveres y material educativo para mí, mis padres se esforzaron mucho en hacer de mí un hombre hecho y derecho, a la par que me ocultaban de los peligros de una sociedad que no aceptaba la sobrenaturalidad tan fácilmente.

Aprendí mucho sobre mí, los humanos, los Lethan… Pero sobretodo aprendí a aceptarme tal como soy con una sonrisa en el rostro y una paz interior inmensa. Mis padres dieron todo por mí y es por eso que cada vez que los recuerdo no puedo evitar arrancar una sonrisa por todos los buenos momentos que me brindaron con su amor. La otra cara de la moneda, la que me hace temblar algunas noches, es la que ocurrió cuando yo tenía 8 años.

Mis padres se enteraron de que Graham había cedido un informe sobre la presencia Lethan hace 5 años, solo con el objetivo de dar caza a mis padres y a su bebé bastardo. Lo consiguió. Una incursión de barcos inquisidores dio con Lethalos al sur de Remo, pero aunque la flota entera fue hundida por los congéneres de mi padre, fue suficiente para que Graham diera con nosotros. Graham tomó medidas enseguida, atacando primero a mi padre. La noche antes de su muerte, recuerdo que me regaló el tridente que siempre portaba encima. Dijo que era herencia familiar, y que era el arma con la que mi abuelo se ganó su puesto en la guardia Lethan. Era como si mi padre ya supiera su destino, era como si supiera lo que iba a pasar, como si notara necesario su sacrificio para salvarnos a mi madre y a mí. Esa noche dormí en una caravana de camino a Arlan con mi madre y el tridente de mi padre. Ya no lo volví a ver más.

Mi madre y yo volvíamos a Arlan para buscar la ayuda de Marcus y huir al Nuevo Continente, lugar donde la Inquisición tendría serias dificultades para entrar y asaltarnos. Mi madre lloraba, por haber perdido a mi padre, y también por tener que renunciar a su patria, a su identidad, a todo. Pero era tan buena, tan, tan buena, que hizo el mayor de los sacrificios por mí… Espero que ahora entendáis el por qué de considerarla mi ángel de la guarda.

No obstante, el plan falló. A dos horas de llegar a Karh, nuestra caravana fue neutralizada por el grupo inquisitorial liderado por Graham. Vi como Graham, con su sonrisa retorcida, cogía a mi madre, le ponía un saco en la cabeza y la ataba de pies y manos. Luego me dejaron inconsciente mientras lloraba. Desperté en una celda profundamente dolorido, incómodo, con hambre, sed y pena por todo lo ocurrido, desesperación. Unos hombres entraron bien temprana la mañana y, preso de manos al ser un niño indefenso, me llevaron a la plaza central de Karh. Allí contemplé horrorizado el macabro acto que estaba a punto de suceder. En nombre del imperio y de la Iglesia, cinco proscritos delincuentes iban a ser castigados bajo pena de muerte. Entre esos ladrones y asesinos se encontraba mi inocente madre, llorando con cara seria y aguantando el tipo mientras veía como yo lloraba desconsolado. Estaba acusada de crímenes contra la Iglesia y de violar con injurias graves su santo dogma. Mentira, todo mentiras. Graham no solo era capaz de sacrificar a su hermana por su fanatismo ciego, sino que además era capaz de hacerlo delante de su hijo, deleitándose con nuestro sufrimiento, guardándome a mí, el fruto de lo que él consideraba lo más pecaminoso del asunto, el plato principal de desesperación antes de matarme.

Y allí ocurrió, allí vi esa imagen que se repite en mis peores pesadillas, fruto del trauma y donador del odio profundo que le tengo a Graham. Mi madre fue ahorcada públicamente en Karh, junto con los otros 4 proscritos. Se acabó todo, se acabó mi felicidad, mi tranquilidad. Solo quedaba odio e impotencia por no poder hacer nada al respecto.

Fue entonces cuando mi verdadero yo despertó.

Recuerdo que comencé a gritar desesperadamente y se me nubló la visión. De los recuerdos de los siguiente 15 minutos solo puedo atestiguar como mis ojos brillaron de un turquesa potente, y una gran ola de agua asoló la plaza, con agua violenta que brotaba de alrededor de mi cuerpo. Esa agua se movía a mi parecer, como cuchillas violentas que perseguían solo a quien yo quería: Graham. Sembré el caos entre la población, que huía despavorida ante mi creación, mientras mi agua se dirigía hacia el causante de mi odio. Los Inquisidores actuaron de escolta personal de Graham, y fallecieron atravesados por mis poderes. Sorprendentemente, uno de ellos, que llevaba mi tridente heredado, recibió la peor parte. El tridente levitó y le atravesó el estómago, volviendo por inercia hacia mí, como si deseara estar conmigo al presenciar aquel poder que mi presencia emanaba. Sin duda mis poderes estaban ligados a mi parte de estirpe Lethan. Graham observó incrédulo la escena, defendiéndose como podía de mi agua moldeable y asesina. Aún así lo consiguió, se escabulló a tiempo, jurando que me mataría un día, cuando pudiera cogerme desprevenido. Lo último que recuerdo de ese día fue como mis músculos comenzaban a pesar mucho, mis poderes se mitigaban, la vista se me nublaba y estaba a punto de caer rendido al suelo. Recordé sentir los brazos de Marcus recogiendo mi cuerpo, entonces inconsciente.

Desperté al día siguiente con el cuerpo dolorido y un profundo dolor de cabeza. Estaba en el barco personal de Marcus. Me explicó todo lo ocurrido y no pude hacer más que llorar y preguntarme el por qué de todo esto. Marcus decidió ayudarme a encontrar respuestas. Al parecer, no era la primera vez que veía esa clase de habilidades en el mundo. Durante los siguientes dos años, fui criado por Marcus como grumete en su barco, siendo él mi tutor especial personal. Él me enseñó a manejar la espada, y me regaló su espada más querida, una bracamarte preciosa con la guarda y el mango azul marino. También me enseñó a controlar mis habilidades, que aprendí que eran la magia, por medio de libros sobre magia de agua que consiguió sobornando a “El Consejo” económicamente. No obstante, mi periplo con Marcus fue corto, pues él no podía hacer mucho más por mí. “Chico, no puedo protegerte para siempre. Mis marineros, “El Consejo”… Hacen muchas preguntas sobre ti. Yo he podido encubrirte de todo durante estos dos años, pero comienza a ser insuficiente. Te he enseñado lo que necesitas para sobrevivir. Mi último favor será darte un billete de ida muy lejos de aquí, y a partir de ahí, forja tu propia historia. No puedo poner en juego mi futuro y mi trabajo por encubrirte eternamente… Has de labrar tu propia vida, Luca. He hecho lo que he podido, es mi último favor en recuerdo a tu madre y a ti, a los que he querido como mi propia familia.” Eso es lo que me dijo antes de que marchara en ese barco a Alberia, donde debía buscarme la vida. Me despedí de él con un abrazo y con gratitud eterna. Ahora, repasando mi vida detenidamente, no solo lo considero mi tío, sino mi segundo padre.

El resto de mi vida ha sido muy sencilla. Cuando llegué a Alberia me hice jornalero para evitar investigaciones y hacerme de notar por la población, trabajé tranquilamente como pescador en un barco nómada durante años, de puerto en puerto, hasta que llegué a Phaion y allí, en busca de materiales para seguir con mi trabajo, me encontré con este gremio de cazarrecompensas llamado “Dragon’s Place” y me enrolé casi por obligación, pero ahora estoy empezando a disfrutar de ello. Creo que tengo madera para mi nuevo trabajo y me encuentro a gusto con mis compañeros pese a los conflictos iniciales.

Esta es la historia de mi vida, espero que ahora podáis entenderme, una vez más, mucho mejor. Os deseo la misma suerte que me deseo para mí mismo en un mundo tan difícil como este.

¡No me rendiré!

No hay comentarios:

Publicar un comentario